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Cómo ven los científicos a Dios

¿Es posible el diálogo entre ciencia y religión?

El avance de las ciencias deja sin fundamento a muchas creencias religiosas. ¿Quiere eso decir que fe y razón son incompatibles? Algunos científicos opinan que no.

Sólo a través de lo sobrenatural se puede explicar el misterio de la existencia del universo.” A los ojos de un creyente, en cualquiera de las religiones que hoy se profesan, esta cita no resultará extraña. La sorpresa llega cuando se descubre quién la ha hecho pasar a la historia: nada más y nada menos que Allan Sandage, uno de los astrónomos más famosos de nuestro tiempo, que durante décadas ha aplicado toda la fuerza del saber científico a la búsqueda de los orígenes del cosmos. Él es uno de los pocos privilegiados que, merced a sus horas de observación a través de los telescopios más potentes del mundo, ha sido capaz de ponerle edad al universo: unos 15.000 millones de años, según sus mediciones.

Un mundo demasiado difícil de entender

Pero a medida que ha crecido su conocimiento de las leyes físicas que gobiernan el espacio y el tiempo, también ha anidado en él un profundo sentimiento de misterio sin revelar. A sus 73 años recién cumplidos, Sandage reconoce haber sido toda la vida “un ateo practicante”, pero “mi carrera científica me ha conducido a la conclusión inevitable de que el mundo es demasiado complicado como para que la ciencia por sí sola pueda explicarlo”.
¿Qué le ha pasado a Allan Sandage? ¿Qué le ha hecho renunciar al principal postulado del científico: no desechar nunca una explicación autosuficiente de la naturaleza, con datos extraídos de la propia naturaleza?
Hasta ahora, son muchos los investigadores que no han encontrado dificultad en defender que ciencia y religión caminan por derroteros bien distintos. El inolvidable Carl Sagan lo había expuesto con sencillez: “Desde que el nacimiento del universo puede ser explicado por medio de las leyes de la física, un supuesto Dios creador se ha quedado sin trabajo que hacer”. Muchas de las mentes más prominentes de la investigación científica desde Einstein a Roger Penrose han declarado que Dios es simplemente una “hipótesis innecesaria”.
Sin embargo, a la hora de trazar una tendencia de pensamiento para las próximas décadas, muchos analistas empiezan a pensar que las cosas están cambiando inevitablemente. Entre las filas de la religión afloran los científicos que creen que el Big Bang, lejos de haber mandado al paro al Creador, es una evidencia de que el cosmos ha nacido con un diseño y un propósito determinado; que la teoría de la evolución provee pistas sobre la propia naturaleza de un ser supremo, y que la física cuántica conoce, nada más y nada menos, que de la propia naturaleza del espíritu.